Dolor muscular: tensión, sobrecarga y rigidez
El dolor muscular es probablemente el más común y el que mejor conocemos. Piensa en las agujetas, en ese dolor intenso al día siguiente de un ejercicio muy fuerte, o en la tensión constante en el cuello después de un día de estrés. Es una señal clara de que has exigido demasiado a un grupo de fibras.
Se describe como una tensión profunda, pesadez, calambre o agujetas. En casos de lesión o contractura, el dolor se siente localizado y muy bien delimitado a una banda muscular o a un punto específico, conocido como punto gatillo. Si presionas esa zona con el dedo, la molestia se dispara.
Su patrón es muy sencillo y lógico: empeora inmediatamente cuando intentas usar el músculo o hacer fuerza (al correr, al levantar un peso o al estirar la zona) y mejora claramente con el reposo. Un factor clave a considerar es la fatiga: si la sensación de tensión profunda aparece al final del día o después de una actividad repetitiva, es muy probable que sea muscular.
Dolor articular: rigidez y molestia al arrancar
El dolor articular proviene directamente de la articulación, que es la unión entre dos huesos, o de estructuras cercanas como ligamentos, tendones y cartílagos. Este tipo de dolor nos avisa de que algo no está funcionando correctamente, bien sea por desgaste, inflamación (como en la artritis) o un traumatismo.
Se siente como una molestia sorda, punzante o profunda en la zona del "nudo" (rodilla, hombro, cadera, tobillo). El síntoma más característico es la rigidez, esa sensación de que la articulación está dura o oxidada.
Acostumbra a dolor especialmente al empezar el movimiento después de haber estado un tiempo quieto, por ejemplo, al levantarte de la cama o del sofá. Después, con el movimiento, la molestia suele disminuir un poco. Es habitual que la zona se note hinchada, inflamada o caliente al tacto. Si te duele al soportar peso o cuando la articulación está bajo máxima carga, el origen suele ser articular.
Dolor nervioso (neuropático): el dolor que se irradia y pincha
Este es el tipo de dolor que más asusta. Ocurre cuando un nervio está pinzado, irritado o inflamado (como pasa con la famosa ciática, la compresión cervical o el túnel carpiano). Es la señal de que el sistema eléctrico de tu cuerpo, el que envía las señales, está siendo interferido.
Sus síntomas son más agresivos y fáciles de distinguir que los anteriores: se siente como una descarga eléctrica, un ardor que quema, un hormigueo, pinchazos o sensación de corriente. Además, casi siempre viene acompañado de parestesias (sensación de adormecimiento) o incluso pérdida de fuerza en los músculos afectados por ese nervio.
El dolor se irradia, es decir, no se queda en un punto, sino que viaja siguiendo el trayecto del nervio (por ejemplo, desde el glúteo hasta los dedos del pie). Puede aparecer de forma espontánea, incluso por la noche, o con pequeños movimientos o posturas que comprimen el nervio (como toser, estornudar o inclinar la cabeza).
Si tu dolor es persistente, intenso o tienes síntomas nerviosos, no te conformes con el reposo o con "ya se me pasará". Diferenciar estos tres tipos de dolor es la especialidad de un fisioterapeuta y es fundamental para empezar el camino de vuelta a la normalidad.
Aquí tienes un pequeño resumen de las diferencias clave:
Tipo de dolor |
Lo que se siente |
Patrón típico |
Señal de alarma común |
Muscular |
Tensión, calambre, agujetas. |
Empeora con la contracción, mejora con el reposo. |
La zona duele al palparla. |
Articular |
Sordo, punzante, rigidez. |
Molestia al iniciar el movimiento, mejora con movimiento suave. |
Hinchazón o calor en la articulación. |
Nervioso |
Descarga eléctrica, ardor, pinchazo, hormigueo. |
Se irradia siguiendo un trayecto, puede ser espontáneo. |
Entumecimiento o debilidad muscular. |
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