¿Qué es la fibromialgia?
La fibromialgia es un síndrome de dolor crónico que se caracteriza principalmente por dolor musculoesquelético generalizado. A diferencia de una lesión localizada, la fibromialgia afecta a todo el cuerpo, y suele venir acompañada de fatiga, problemas de sueño y dificultades cognitivas.
El dolor no proviene de un daño muscular concreto, sino de una alteración en la forma en que el sistema nervioso central procesa las señales de dolor, conocida como sensibilización central. Esto hace que estímulos normales, como un toque o la presión de la ropa, se perciban como dolorosos.
Suele afectar más a mujeres adultas, aunque también puede aparecer en hombres y personas más jóvenes. Por eso, conocer los síntomas y signos es fundamental para manejarlo a tiempo.
Síntomas más comunes de la fibromialgia
La fibromialgia se manifiesta de forma distinta en cada persona, pero hay un conjunto de síntomas que suelen aparecer. El más característico es un dolor generalizado y constante que afecta a músculos, tendones y ligamentos, incluso sin haber hecho ningún esfuerzo. Este dolor, a menudo, va acompañado de una fatiga intensa, un cansancio extremo que no mejora con el descanso, y una sensación de rigidez al levantarte por las mañanas.
A estos síntomas físicos se suman a menudo las alteraciones del sueño, como dificultad para dormir o la sensación de que, por más que duermas, no descansas de verdad. Además, muchos pacientes experimentan lo que se conoce como fibroniebla: problemas cognitivos como dificultad para concentrarse, olvidos frecuentes o confusión mental.
También es común que se presenten otros síntomas como cefaleas, síndrome del colon irritable, ansiedad, cambios de humor o una mayor sensibilidad a los cambios de temperatura.
No todas las personas experimentan todos los síntomas ni con la misma intensidad, lo que hace que su diagnóstico pueda ser complicado.
¿Por qué me duele todo el cuerpo en la fibromialgia?
El dolor generalizado en la fibromialgia ocurre por un fenómeno llamado sensibilización central. Esto significa que el cerebro y la médula espinal procesan el dolor de manera diferente: las señales que normalmente serían débiles o incluso neutras, se amplifican y se perciben como dolor intenso.
En las personas con fibromialgia se han visto varios cambios:
- El umbral del dolor es más bajo: cosas que normalmente no duelen (como un roce) pueden resultar dolorosas.
- Cambios en las sustancias químicas del cerebro (neurotransmisores como serotonina y noradrenalina) que regulan el dolor.
- Mayor actividad en las zonas del cerebro que procesan el dolor, lo que hace que la señal sea más intensa.
- Problemas de sueño y fatiga que aumentan todavía más la sensibilidad al dolor.
Por eso parece que “duele todo el cuerpo”, aunque no haya lesiones visibles en músculos o articulaciones.
Causas y factores que influyen en la fibromialgia
La fibromialgia no tiene una única causa definida. Más bien, es el resultado de una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales que hacen que el cuerpo se vuelva más sensible al dolor. Entre los más estudiados destacan:
- Alteraciones en el sistema nervioso central: El mecanismo principal es la sensibilización central: el cerebro y la médula espinal amplifican las señales de dolor. Esto hace que estímulos normales (como un roce o una ligera presión) se perciban como dolor intenso.
- Desequilibrio en neurotransmisores: Se han encontrado niveles alterados de sustancias químicas que regulan el dolor, como la serotonina, la dopamina y la noradrenalina. Este desequilibrio contribuye a una mayor percepción del dolor y también a problemas de ánimo y de sueño.
- Estrés crónico y traumas: El estrés mantenido en el tiempo, así como experiencias traumáticas (accidentes, lesiones, etc.), pueden actuar como desencadenantes. El sistema nervioso queda “hiperalerta” y reacciona con más intensidad al dolor.
- Genética y predisposición familiar: Hay estudios que muestran que la fibromialgia puede ser más común en ciertas familias, lo que sugiere un componente genético. Algunas variaciones en los genes relacionados con los neurotransmisores pueden aumentar el riesgo de desarrollarla.
- Alteraciones del sueño: Las personas con fibromialgia suelen tener un sueño poco reparador. La falta de descanso profundo impide que los músculos se recuperen bien, aumenta la rigidez y, a la larga, incrementa la sensibilidad al dolor.
- Factores hormonales e inmunológicos: Se han observado cambios en el eje del estrés (hipotálamo–hipófisis–suprarrenales) y en algunas respuestas inmunitarias, lo que puede contribuir tanto al dolor como a la fatiga.
Todos estos factores se consideran hipótesis con evidencia parcial. Ninguno explica por sí solo la fibromialgia, y la investigación actual apunta a que se trata de una condición multifactorial donde intervienen el sistema nervioso, el sueño, la genética y factores ambientales.
Cómo se diagnostica la fibromialgia
La fibromialgia es un síndrome complejo que no cuenta con una prueba médica única que lo confirme. Por ello, el diagnóstico oficial corresponde al médico (generalmente el reumatólogo). Sin embargo, la fisioterapia ayuda a detectar patrones compatibles y orientar al paciente hacia un especialista médico.
En una primera visita, el fisioterapeuta realiza una valoración clínica detallada, que incluye:
- Historia del dolor: se exploran la intensidad, localización y duración de los síntomas, así como factores que los empeoran o alivian.
- Síntomas asociados: fatiga, rigidez matutina, alteraciones del sueño, problemas digestivos o dificultades cognitivas (“niebla mental”) que suelen acompañar al dolor.
- Exploración física: se palpan zonas musculares para identificar hipersensibilidad, se valora la movilidad de las articulaciones y el impacto funcional en las actividades diarias.
- Uso de cuestionarios y escalas: herramientas como el Widespread Pain Index o la Symptom Severity Scale ayudan a cuantificar la extensión del dolor y la severidad de los síntomas.
No hay un análisis que “dé positivo” en fibromialgia, pero es importante que se pidan estudios al médico (análisis de sangre, radiografías, resonancias, etc.) para descartar enfermedades reumatológicas, endocrinas o neurológicas que puedan producir síntomas similares, como hipotiroidismo, artritis reumatoide o lupus.
Cómo se puede tratar la fibromialgia
Aunque no existe una “cura definitiva”, sí hay estrategias que mejoran los síntomas y la calidad de vida:
- Ejercicio adaptado: caminar, nadar, yoga o pilates suave ayudan a reducir la rigidez y mejorar la movilidad.
- Fisioterapia: técnicas manuales, estiramientos y programas personalizados ayudan a aliviar el dolor.
- Gestión del estrés: meditación, respiración consciente o terapia psicológica reducen la percepción del dolor.
- Higiene del sueño: establecer rutinas y un ambiente adecuado para dormir mejora la recuperación.
- Tratamiento médico: en algunos casos se usan fármacos para el dolor, el sueño o la ansiedad, siempre como complemento, no como pilar principal.
La clave está en un tratamiento multidisciplinar y personalizado, adaptado a cada persona según sus síntomas y nivel de dolor.
Estrategias para mejorar tu día a día
Además de tratamiento profesional, puedes aplicar estos consejos:
- Mantén rutinas de ejercicio aeróbico, fortalecimiento progresivo y estiramiento suaves para mejorar la movilidad.
- Evita esfuerzos físicos intensos sin preparación y alterna periodos de descanso. No se recomienda el reposo prolongado. La clave está en la actividad dosificada (pacing): encontrar un equilibrio entre movimiento y descanso para no caer ni en sobreesfuerzo ni en inactividad.
- Practica técnicas de relajación varias veces al día para reducir tensión muscular. Estrategias como mindfulness, respiración diafragmática o meditación ayudan a modular la percepción del dolor.
- Observa los síntomas y lleva un registro para identificar patrones o factores que empeoran el dolor. Los diarios de síntomas ayudan a pacientes y profesionales a detectar desencadenantes (clima, estrés, sueño, actividad física, alimentación, etc.).
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